Acompañante solidaria y Miembro de la No-Violencia Activa y del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
Les conocí en el año 2012, cuando preparaban su caravana a Estados Unidos para protestar contra el tráfico de armas. Eran y siguen siendo personas respetuosas y todas se valoraban igual. Todos, de todo el país, reunidos en una sala de SERAPAZ comentando, opinando, proyectando. Yo suplí a Miriam Bannon para traducir a un exagente que perdió a su compañero en su país luchando contra el narcotráfico. Él era parte del grupo de americanos que también apoyaron dicha caravana. A media junta yo ya había decidido que nadie me sacaría de ese lugar porque quería ayudar a esas personas. No sabía qué podía hacer, pero algo dentro de mí me hizo continuar.
Al principio les observaba y me acercaba a ellos para conocerlos y que me conocieran. Con el tiempo ya era parte de los solidarios de la Plataforma de Víctimas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Y cada uno me iba diciendo, sin palabras, “anda, camina conmigo”.
Acompañar a una persona que busca a quien dejó una silla vacía en casa contra su voluntad, te lleva a hermanarte hasta poder decir “tu hijo es mi hijo”, “tu hija es mi hija”, “tu madre, esposo, esposa, son mi madre, esposo, esposa”. Porque te voy a acompañar cuando lo buscas, cuando vas a MP a ver el caso, si lo necesitas, cuando te quiebras de dolor, y cuando marchas por las calles pues me has dicho: “anda, camina conmigo”.
También me han enseñado que cada quién necesita algo diferente y los miro de uno en uno para compartir según su necesidad. A veces, no pocas, dando un paso atrás. Así lo explico: Si voy con alguien en una marcha, cuando gritan “¡No estás solo!”, doy un paso atrás para que le vean a él o a ella. Si me permite cargar su lona, tomo una esquina y no el centro para que él o ella tenga la presencia. Es como subir una montaña, no voy adelante para jalarle, ni a un lado para apoyarlo, voy atrás para sostenerle si cae y ayudarle a levantar. Porque él o ella tiene que ser fuerte para poder aguantar el camino y ser quien diga por dónde andar.
Para acompañar he aprendido a ser casi invisible para que sólo quien me necesita me vea y a veces, con un café basta. Otras, he dado terapias físicas o de interiorización, he estudiado la Ley de Víctimas, hemos compartido un buen plato de sopa, he apoyado la fundación del colectivo Familiares en Búsqueda María Herrera y de Enlaces Nacionales. He gritado en las calles, he organizado la comida de varios encuentros, he dado mi opinión, he organizado retiros, he dado y recibido un abrazo. Porque cada uno necesita algo diferente. A cada uno le digo “aquí estoy”. Y aunque a veces, lejos, estoy los siete días de la semana porque en mi intención están y también soy consciente de que no conozco a quien buscan, pero sé que necesitan que pida por ellos y así lo hago, pero también por mis amigos a quienes quiero, que me duelen y con quienes comparto la esperanza de encontrar a los ausentes, con vida. Porque vivos se los llevaron.
Desde 2014 orientamos nuestra atención a familiares de personas desaparecidas, víctimas de violaciones graves a sus Derechos Humanos.