Acompañante solidario en Uniendo Cristales.
La desaparición forzada ha empañado a una sociedad ajena a la temática y ocultado cualquier acto de solidaridad por temor y terror naturalizado como consecuencias psicosociales de una guerra incomprensible. Bajo ese problema, las familias de desaparecidas y desaparecidos a lo largo del territorio nacional se visibilizan así mismas para rescatar la memoria colectiva, la misma que las identifica y combate el olvido sistemático al que son sometidas. En ese quehacer, en cada búsqueda, en cada sitio donde deben de estar, se les ve, son reconocibles: rabia, digna rabia porque el ruidoso silencio es una constante en el caminar de las familias; silencio ante las preguntas que generan incertidumbre, enojo, impotencia, ante las miles de interrogantes que quedan en el aire sin respuesta concreta alguna. El estigma que recae sobre las familias, como efectos psicosociales de la represión política, no permite visualizar y despersonaliza a cada integrante.
Hagamos un ejercicio de imagenología: Visualicen a un ser querido, su ser querido más amado entre los queridos que, un día, su luz y sombra desaparecen de la faz de la tierra. Ahora imaginen que tratan de encontrarlo entre amigos, amistades, en el trabajo, con familiares, caminando sobre sus pisadas, indagando, preguntando, buscando entre piedras, sobre caminos que saben algo, pero no hablan, gritando su nombre en el eco del espacio abierto… nuevamente un bullicioso silencio es la respuesta. Ahora tratemos de adivinar cómo habrán de sentirse: una sensación de vacío, enojo, desesperación, frustración de no tener a ese ser que tanto amas abrazado fortísimamente a los brazos, las noches son eternas y los pensamientos se vuelven divergentes; buscan entre la noche el rostro, los recuerdos, el sonido de la voz.
Rabia nuevamente. Cansancio, todos los días, deseando encontrar rastro, pista que lleve a su paradero, aguantando largas lenguas de la burocratización, amenazas, desesperación. Y tristeza, una profunda tristeza pues aún no está su ser amado con ellas, entre ellas, al lado de ellas. Imagínenselo y, aun así, no podría apreciarse una pizca del dolor que desfragmenta por dentro y desagarra de dolor en cada paso, en cada palabra pronunciada. Y, aun así, esas familias se niegan a olvidar. Construyendo sobre la memoria histórica de todo un país el baluarte de no olvidar. Ahí por donde avanzan su memoria, la memoria de sus seres queridos avanza, grita, aparece en el imaginario y ayuda a caminar. Dicen “caminar sin detenerse” a paso lento, van juntos, juntas, acompañándose en tiempos de olvido e individualidades. Y no solo lo dicen, lo cumplen y ahí van caminando de poco en poco sin detenerse. Caminando junto al deseo sempiterno de encontrar a sus seres queridos, con la memoria, las benditas fuerzas inexplicables y un dolor permanente.
Se aprende y reaprende uno al mismo tiempo. Uno se siente indignado de forma muy similar y comienza a buscar, a gritar, a preguntar también, por ese ser que, sin conocerlo, se reconoce en el dolor, aún más, en el eterno amor de sus familias por volver a tenerles una vez más entre sus brazos. Tengo ojos y voz para reclamar por Marco Orgen, Bonifacio Uribe, Gerzahín Barrón, Diego Rosas y miles más que hoy, con las familias, les seguiremos acompañando juntos, juntas, hasta encontrarles. Abrazos fraternales para todas las familias y sus integrantes.
Desde 2014 orientamos nuestra atención a familiares de personas desaparecidas, víctimas de violaciones graves a sus Derechos Humanos.